Las interrupciones son habituales en nuestro día a día. Podemos intentarlas minimizar, pero nunca conseguiremos evitarlas al 100%. Es por este motivo que es importante ser conscientes de qué estábamos haciendo y qué tenemos que hacer tras la interrupción para perder el mínimo tiempo posible y, especialmente, la mínima energía.
Saber decir que no
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que, en algunas ocasiones, no podemos dejar que nos interrumpan, necesitamos un nivel de concentración que solamente deberíamos de dejar nuestra tarea de lado si se está muriendo alguien. Cualquier otra interrupción debemos evitarla, saber decir que no y guardarla para más adelante, cuando podamos atenderla correctamente.
Una buena forma es poner nuestro teléfono en silencio, avisar a nuestro entorno para que no nos interrumpan y, en caso de que llegue alguna interrupción, apuntarla y olvidarnos de ella cuanto antes para seguir trabajando en la tarea que hemos decidido hacer conscientemente.
Dejarlo todo apuntado
Si no podemos decir que no debido a que la interrupción es más importante que la tarea que estábamos haciendo, lo mejor es parar un momento, pedir un minuto antes de que nos interrumpan.
Este minuto nos tiene que servir para reflexionar sobre qué es lo que estábamos haciendo, en qué punto lo teníamos y dejar bien apuntado qué es lo que acabábamos de hacer y qué es lo siguiente que deberíamos hacer tras la interrupción. Esto nos servirá para, una vez acabada la interrupción, volvernos a poner en situación de la forma más rápida posible.
Saber acabar con la interrupción
Una de las cosas más importantes a tener en cuenta respecto a las interrupciones es saber acabar con ellas. No me refiero a hacer desaparecer las interrupciones, algo que es totalmente imposible (aunque sí podamos minimizarlas), sino a, una vez hemos aceptado una interrupción, saberla reducir a lo mínimo. Si nos interrumpe alguien, no tiene sentido estar hablando con él sobre temas intrascendentes. Tenemos que saber ir al grano, darle una solución rápida a su problema y dejar cualquier cosa que no sea urgente para otro momento.
Una vez hayamos acabado con la interrupción, nos volvemos a concentrar en lo que estábamos haciendo: leemos lo que hemos apuntado para tener bien claro qué acabábamos de hacer y qué queríamos hacer a continuación y nos ponemos de nuevo en modo monotarea para concentrarnos y acabar la tarea que habíamos decidido hacer.